lunes, diciembre 27, 2004

Valmond Katriscky: Tratado de Libre Pensamiento Visceral

No se que será, pero hoy me desperté con unas incontrolables ganas de releer por enésima vez el Tratado de Libre Pensamiento Visceral de Valmond Katriscky. Y como suele pasarme, no logro avanzar de la página 10, dónde se encuentra el más sabroso análisis sobre Epónimos (eponymous) que nunca antes se escribió, y que increíblemente sigue siendo de lo más trascendental que he encontrado bibliográficamente sobre el tema.
El análisis tenaz sobre la Nominancia, Prenomininancia y Flagelo Peyorativo de Katriscky ha sido vitalmente virtual durante siglos para definir y estructurar las más complejas políticas semánticas y gradualistas que hasta nuestros días definen el pensamiento salvaje, al punto que hasta el código binario toma de él complejas simbologías de significación impune y la Biblia sustenta el 67.3% de sus salmos en la estructura “material simbólica de combinaciones y sanciones susócratas” de Valmond.
La filosofía materialista, encúneme y parverista de Katriscky, la ironía del habla y la irreverencia de la escritura que plasma, le han concedido credenciales para gobernar algo más que el pensamiento, sino las creencias, fetichismos y miedos de la humanidad.
Y como siempre que alguien genera una obra de tal magnitud aparece algún domador de leones o un cirujano que intenta reinterpretarla, apendizarla y extraerle todo lo que cree que no sirve. Fue el caso del ya por suerte desaparecido Sacerdote del Piamonte, Azis Piccaro, que no supo comprender el más mínimo detalle de su pensamiento, transcribiendo y transliterando algo que se parece más a una novela de la tarde que ha la obra magna que realmente es, titulando su nuevo libro: “Las mil y una manera de comprender la mente humana”, no resultando más que un libro de auto ayuda para las damas de clase media que se deprimen al ir de shopping.
Katriscky nos lleva del mundo mágico del pensamiento primitivo a las capitalizadoras redes verborrágicas de la aurora intrasumante, pervertida y grandilocuente de nuestras vidas, con un lenguaje dispar y encabalgado entre la metáfora y la diéresis narrativa de la realidad material intrascendente y vertebral del pensamiento pos – cristiano.
Debe leerse, más que ningún otro libro, siguiendo la línea temporal diacrónica que lo limita y que lo catapulta a la eterna vigencia.

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