viernes, diciembre 10, 2004

Para una retórica paranoica intrascendente.

La expresión más pura del ser humano, la caridad del pensamiento antropomórfico se plasma en este espacio haciendo un aporte nunca antes visto a la intelectualidad underground del microclima emocional...
Parte UNO_
Para una retórica paranoica intrascendente, estimo necesario establecer antes que nada un enemigo. Características generales, rasgos psicológicos y antecedentes socioculturales de un ser individual o grupal, económico o religioso, militar o antropológico, capaz de conjugar en su más honda esencia nuestro más profundo odio y repulsión.Para ello, deberemos estar unidos, y ser capaces de a su debido tiempo, devorar nuestras propias ideas, contrarrestar con nuestros propios errores las objeciones del enemigo. Alimentar la desconfianza y camuflarnos con ilustres palabras, que enmudezcan al sabio y atemoricen al ignorante.La violencia es la madre de todos los inseguros, desconfiados, mezquinos, marginados y excluidos de sí mismos en general. Utilicemos pues esto a nuestro favor...Yo creo que nada es tan radical como la vida misma enfrentada a un número ambiguo de respuestas encontradas, en las que un enemigo nada tiene que ver con la realidad ortodoxa de un mundo consecuente con el poder. ¿El poder? Un concepto newtoniano dentro del cual el átomo sólo ocupa un ínfima parte del total. ¿El total? No acepta respuestas parciales. Las parcialidades....algún día tendrán sus propias ideas, fecundas y ávidas de ideólogos sin doctrinas que nada saben, que nada creen, que todo cuestionan en los más herejes márgenes de la cristiandad.Debo desconfiar de aquellos lectores que se atrevan a contestar estas líneas. Creo no estar siendo comprendido, y aunque confieso que eventualmente espero que eso suceda, rechazo de ante mano cualquier tipo de confrontación que busque hacer cambiar mi parecer.Incrédulos, idealistas, luchadores, ambiciosos, sacerdotes, pluralistas, idiotas en general, no se molesten en leer estas líneas.No pretendo convencer a nadie de lo contrario, pero sepan que mi causa está perdida. Abandonen ante todo cualquier intento de lucha, ideolofagia itinerante es mi peor defensa.Extraviar el rumbo no es perder el norte... aunque ese evangelizador punto cardinal sirva de gurú encefálico a cientos de miles de intelectuales que no hacen más que perderse en las tinieblas de su propia retórica guionada.La antropofagia no le compete a un académico, quien sólo debe alcanzar el bienestar de la sociedad pre-moderna¿Evangelizar con el mismo tenor que el gallo situado en una veleta estática? No, para que. Mi palabra vasta basta para darnos cuenta que el norte es el sur, y que el gallo mira para el punto que no le indicaron.No pretende esta anomalía del cuerpo humano quebrantar el incorruptible espíritu del orbe cristiano, el cual nada significa en la vida de un casto pecaminoso como yo, pero si debe quedar claro que el deseo va de la mano de la voluntad, y no hay peor voluntad que la malograda tras años de continuo fracaso germinal, tras siglos de corrupción endemoniada de las vírgenes católicas que, en cuerpo y alma, se han entregado a la dureza de sus mandamientos. Porque los curas buscan la salvación, pero no la cura.Han de quedar claros tantos aspectos como la vida misma, para que la vida misma florezca de la ruina a la que durante decenios la hemos sometido.
PARTE DOS_
Hechos casuales, causales o a caudales, todos bajo un mismo alter ego: Dios, pobre traidor de sí mismo, consuelo de la desgracia, represión de la conciencia, amante de las verdades a medias, condena del condenado, razón de la deshonra. Me río ante el hombre de rodillas. Cuanto daría por patearles la cabeza.

Sin embargo, he podido comprobar la fragilidad de mis palabras, con cuanta facilidad mi razón lasciva se vence ante la tentación de un buen castigo. Cuando la sangre brota del ojo malherido y desorbitado, desencajado, cuando la sed seca la garganta, cuando mi pie ahoga el último grito de misericordia sobre aquellos pobres infelices, recobro algo de mí mismo.

Sostengo que la piedad es solo un consuelo, el castigo redime y la muerte purifica...no soy emisario de nadie, no sostengo verdades, solo escucho gemidos, colecciono lamentos, y educo enemigos

Y el enemigo se impone en mi mente dogmática, mente esta que nunca admitió la más pequeña cofradía del sacerdocio. Tentador el hecho de creer que con sacrificar una miserable vida se solventan dos milenios de dominación espiritual. No es a Satanás a quien hay que implorar por el advenimiento de un espíritu laico, pues Satanás practica también la religión, y no la mejor intencionada. Y cuan grande es la magnitud del dilema si ni el bien extremo ni el mal supremo me proporcionan la respuesta. ¿Acaso las grandes palabras están condenadas a la mediocridad eterna? Eternidad... maldito concepto cristiano....maldecir....santo crédulo diabólico.

No se trata de no creer, se trata de elegir en qué creer. Dios, sabio de los ignorantes, hermoso mutante descerebrado que de nada ni nadie proteges a la tierra, Dios, yo se que existes y por eso lucho, por tu incapacidad y burocracia.

Y quien más dogmático que un filósofo pakistaní para comprender algo tan doloroso como la religión llevada a la fábula de la sociedad, como la cámara de un sub- mundo de prejuicios ingrávidos, incapaces de mantenerse en el aire sin una infraestructura cuasi engeliana que les sustente. Un filósofo pakistaní no posee la autoridad moral en mi universo para aplacar mis comentarios. En este universo occidental hay un mundo sin graduar, que suena feliz cuando nadie le impone realidades mitológicas. Cuando hay un mundo feliz, es porque la religión, la política y la economía han abandonado sórdidamente el paraninfo moral del espíritu y la realidad... la realidad respira, porque por primera vez la realidad es, la realidad existe.

He visto en la mirada del infeliz la respuesta de su propio mal, ausente de sí mismo, lamenta inútilmente ser quien es. Pero a no confiarse demasiado, pues incluso aquel tonto infeliz que evita su propia salvación es enemigo, y no mártir, de tan inútil castigo.

Castigo a los castigados por no saber su castigo...castigo al verdugo por aplicar tan inútiles castigos...castigo al que no me contradiga por seguir estas inútiles palabras hasta su fin...

El enemigo, este inasible producto de nosotros mismos, radica en la retórica del que sin más, proclama la verdad verdadera. Nadie ha logrado enfrentar la verdad de verse reflejados en el mal que esta verdad produce a la humanidad y a sí mismos. Y que han hecho en compensación...nada. Observar las consecuencias con la verdad en alto...como el perro que tira de la correa inútilmente esperando ser liberado, sin poder ser responsable ni de su libertad, ni de su encierro.

Cuantas miradas heridas han quedado por las fraudulentas elecciones y erecciones de los inhóspitos y atemporales pensamientos que nos dominan, ávidos de originalidad carnal.

La responsabilidad es un concepto que escapa a mi angustia. Una angustia como la de la humanidad, solventada en el hecho de compartir este espíritu canino, primitivo, libre, salvaje, anárquico y comprometido con nada. La fealdad del espíritu guía al ser humano a una hecatombe (o hecathombre y hecathambre), por la cual todo astro que surca la destruida bóveda es un probable condenado a las herrumbradas cadenas de los sueños.

Astros sin estrellas son aquellos que sólo nacen para que los ilusos poetas de la corteza pidan a gritos lo que no quieren, para que los caminantes mutantes vean su luz y se crean privilegiados por el sólo e insignificante hecho de haber compartido milésimas de segundos de sus millones de años de existencia. ¿Tan vanidoso puede ser el espíritu humano que cree mayor su potestad sobre la vida que aquel que la vio concebir? ¿Qué aquel que sabe lo que el hombre no? Creo que sí. Y aún más. El hombre superó su inventor segundos después de su propia existencia, porque el árbol está visceral y fatídicamente comprometido a ser menos que sus frutos. Cuando se convirtió en realidad material concreta y la subjetividad del pensamiento murió envenenada en la raíz misma de aquel manzano puritano, la osadía del alma veneró la luz y el egoísmo. Y así, es sólo el ser humano el responsable de todo lo que cree y de lo que no cree, de todo lo que impone y de todo a lo que somete. Es el hombre el que se hace miserable constantemente, segundo a segundo, para así pecar infatigablemente de infeliz y malaventurado en su propia evasión de la responsabilidad ritual y flagelar.

¿Bajo qué razón religiosa o mitológica el hombre produce y reproduce a lo largo de los siglos su conciencia colectiva, inmutable, invariable e incuestionable, de los mismos elementos iconográficos, mitológicos y referenciales?

He querido para esto ejemplificar bajo la derivación iconográfica (denostada y olvidada por los Grandes libros de nuestra historia Helenística) sobre el Mito de Northwood, hecho que de haberse mantenido en la memoria colectiva durante un período conocido por los grandes académicos con el nombre de Período de Retención de la Conciencia Colectiva (PRCC en lo sucesivo), habría cambiado el curso de nuestros elementos mitológicos y sociales...

La historia da cuenta del muy terrible y malvado rey de Northwood, que vivió al sur de Muzra durante los años 200 y 160 A.C, y quién siendo condenado en vida por su salud a permanecer en su trono en forma de retrete, ordenaba matar, asentía o disentía sobre cualquier confrontación en función de su movimiento intestinal...Los cúmulus rectus, eran esparcidos y expuestos en la plaza pública dando sustento a la sabia decisión tomada....el pueblo no solo acataba dicho designo, sino que en muchos casos, ante una justa resolución de conflictos, el juicio final era acompañado por una urna donde el vasallo transportaría los reales excrementos del saber.

¿Qué sucedería si de la eterna irreverencia del hombre hacia la naturaleza o de la malograda lucha del hombre por el hombre, el PRCC hubiese determinado la redefinición rectológica de la conciencia?

Da para pensarlo....

Y nada más que revelar contraseñas a confusos poetas, de inhóspitos paraderos subnormales, en posadas en las que a nada tienen que orar...o a que llorar, para que se sientan superiores al pelaje de un gato locuaz, al que nadie atribuye nada más que una cábala desacertada. Miran el cielo y ven la tierra, ven en los charcos el reflejo de inútiles estrellas, no entienden nada, cual inútil y mitológico mito de la mitología escandinava.

Agua clara corre bajos mis pies cuando el mundo trastoca uno solo de sus polos medulares para esquivar la metonimia del pecado cósmico. Desordenado por completo, el estante cree que las medias ya no son parte del atuendo, cuando en realidad nunca vio que el sombrero es el gran discriminado de todo el calvario neorealista que, durante décadas, a abrumado la aterrada y trastocada cresta del gallo. Pero a donde se dirigen pues todas las antigüedades que la casa de empeños no pudo vender, a donde pues, si nada queda más que mera idiosincracia sin poder, sin ideas. Un solo camino existe pues para no sucumbir ante el mandato de aquel ministro enajenador: el camino inocuo de la justicia del alma, de las ideas puras y del pensamiento invertebrado.

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