domingo, mayo 15, 2005

No hay título

Como siempre, en realidad, nuestro periodismo ha sabido asumirse como asumido, absorbido y devorado por la elite de ultra derecha, de ultra izquierda o ultra nacionalista.
Levantamos la bandera de la libertad con el triunfo de la izquierda. ¿Pero qué es el triunfo de la izquierda? ¿Qué doctrina avalamos en aquella elección? Sinceramente, creo que ninguna.
¿Cuánto demoramos en entender qué decía Axl Rose en sus canciones? A mí sólo Los Olimareños me hablaban claro... y cuando no estaba borracho escribiendo, El Sabalero también. Pero todos agitamos con Sweet Child O’mine gritando el estribillo. Estoy seguro que si mañana los Mambrú sacan un hit con la letra de la Internacional, ninguna de sus fans va a dejar de escucharlos, porque son las mismas que van a ver a la Vela Puerca sin procesar absolutamente nada. Son las mismas pendejas del Kennedy que no aceptan negros en sus filas las que corean junto al enano tu burbuja pincharé. Te juro que son las mismas, yo las vi. Y para el otro lado, pasa lo mismo, te lo juro, yo lo vi.
No se trata, (yo estoy seguro y con eso me alcanza), de un voto castigo, de un "susto" a la tradición partidista. Estamos, ya lo sabemos, ante una verdadera revolución moral, ante el
desquebrajamiento de la idiosincrasia que durante décadas gobernó el imperio ético de nuestras escuelas, iglesias y por sobre todas las cosas, el gobierno de nuestras Philips de 14".
Esta revolución de la sensibilidad, está muy lejos de aprobar El Capital, la postura de Chávez o el discurso de Fidel, pero no está lejos porque no lo apruebe, lo está porque no lo conoce y sencillamente no le interesa interpretarlo. Hoy, gritamos revolución con una Big Mac en la mano izquierda. Sí, es un cambio grande. Sí todos decimos que lo es. Pero se logró porque hacerlo sólo implicaba tomar la papeleta de al lado y no la que estaba el guapo.
Lo que disfruto más, es cómo los medios interpretaron esto. ¡Pecaron! Porque era obvio que quien vota, es el público, y no hay mejor medición mercado que una elección. En la medida en que "la mayoría" de los uruguayos eran colorados, nuestra Panavox apestaba. Pero fue detectar este cambio de sensibilidad, esta nueva pasión que destilábamos todos los uruguayos, para que el éter se inundara de programitas periodísticos, que le daban duro al gobierno, que no perdonaban a nadie y que incluso tenían amenazas de muerte. Sin duda el primer acuerdo tácito que se hizo fue comenzar a utilizar el concepto de "oficialista" para referirse a todo lo que viniera del gobierno. Pero perdón... ¿los oficialistas no eran la derecha? No, el oficialismo es el gobierno... Ah! ¿Entonces la izquierda es oficialista porque es gobierno? Esto me crea un conflicto intelectual. ¿Será que nos querían enseñar la diferencia entre un medio oficialista y un medio de derecha? Si fue esta la intención... muy buena... aprendí todo amigos.
El más menos inteligente, fue Canal 12. Pensó: ¿Cómo programas que se metan con el gobierno? ¿Qué es eso? ¿Es legal? Alguien osó decir que si, y fueron inteligentes: "Che, pero de darle al oficialismo nosotros no sabemos nada... ¿si traemos a Lanata?". ¡Qué buena idea! Pero el amigo se les fue de las manos, porque antes de comenzar a darle al gobierno, quiso tapar unos agujeros del anterior, y era obvio, gritaron revolución con una Big Mac en la mano. Yo estoy convencido que en los estudios de Canal 12 había un sensor que al escuchar los apellidos Barbato y Sanguinetti más de 6 veces juntos en la misma oración, se destruía el contrato.
Así, canal 10 capitaliza el pedorro periodismo de investigación de Sotello y Álvarez, que nos hunde en la miseria mediática del ilustre sentimiento revolucionario. Por eso el único medio auténtico de la TV abierta es canal 4: la escenografía del noticiero pintado de colorado, se pasa por las pelotas los programas periodísticos y hace arreglos políticos y comerciales con los medios para hacernos creer que Botinelli es el dueño de las elecciones... ya está! No hay que prender la TV, sólo para mirar a Puglia que ahora es periodista.